Por Juan Carlos Dante Gullo, referente histórico del peronismo. |
En una primera lectura, ganamos todos; ya que la democracia
consolida a la democracia. Este año electoral, esta importante elección -de
elegir nada más y nada menos que al Presidente de los argentinos-, nos hace
sentir a todos orgullosos por lo que supimos consolidar y ganar, concretamente,
la “política” como centro de decisión de la realidad.
La democracia no se
negocia
En una segunda lectura está la “alternancia”, que significa
que de la misma somos responsables todos, los que nos vamos (del gobierno, no
de la política y mucho menos de la militancia) porque no pusimos palos en la
rueda. Hubo total disposición para que todos hablaran y actuaran con total y
absoluta libertad. No hubo el famoso “fraude”, no hubo las también famosas
“trampas”, no hubo violencia de ningún tipo. Y los que llegan -más allá de las
diferencias de todo tipo que tenemos (me refiero a utopías, ideales y,
fundamentalmente, la defensa y el amor al pueblo y a los trabajadores)-, tienen
que asimilar nuestra actitud por hacer de la democracia una moneda que no se
negocia. Tras 12 años de gobernabilidad, el peronismo deja el gobierno sin
temores ni culpas, satisfechos por lo mucho realizado, por la época ganada, enteros,
seguros, pero además reafirmando nuestro compromiso con la política, la
historia, la cultura, lo social y la militancia.
Cristina se va por la
Puerta Grande
En una tercera lectura, y como forma de expresar parte de lo
anterior, es la primera vez en la historia que un presidente, en este caso una
Presidenta como Cristina, después de 12 años de gobierno ininterrumpidos, se va
por la “Puerta Grande”. Con una alta imagen positiva y además con un
reconocimiento internacional que hace que ambas cosas signifiquen una alta
referencia “con poder” vigente, pero además en el devenir siempre latente.
Desde el advenimiento de la Democracia, lo aseverado no es comparable a las
otras experiencias presidenciales, ya que tanto Raúl Alfonsín, Carlos Menem,
Fernando de La Rúa y Eduardo Duhalde, con matices, se fueron debilitados, o se
fueron antes o se fueron muy mal. En el caso de la historia reciente de la
Argentina solo hay un caso atípico y a destacar: el del General Perón, que fue
derrocado por un golpe militar, pero su imagen, la adhesión y el reconocimiento
del pueblo en continuo aumento obligan a que se den las condiciones para su
retorno y su nueva presidencia. Su deceso y la interrupción de su tercer
mandato no lesionan -muy por el contrario-, que siga siendo la figura más
prominente de la Argentina.
No caer en falsos
exitismos ni creer que vale todo
La presidenta Cristina es mucho más que esta instancia
electoral, le pese a quien le pese. Además de irse muy bien hay que destacar
que también entró muy bien en el 2011, en la primera vuelta se alzo con un 54%
de los votos dejando al que entró segundo con apenas el 16% de las intenciones.
Hoy nos encontramos que en la segunda vuelta, en el balotaje, la alianza de
Macri saca el 51% de los votos y el peronismo cierra con el 49%. Sin desconocer
-muy por el contrario, aceptando el triunfo de Macri sobre nuestro candidato
Daniel Scioli-, la nueva Unión ganadora tiene que tomar con mucha cautela esta
situación planteada y reflexionar con mucha seriedad e inteligencia, y no caer
-más allá del triunfo- en falsos exitismos y creer que entramos en una etapa
donde vale todo. Pues generaría, ahora sí, una división muy tajante en el país
y en el seno de la sociedad. Ganan bien, pero con lo justo, y con un universo
de votantes donde no todos son iguales. Una totalidad importante de esos votos
son peronistas (Bs. As., Córdoba, San Luis, Entre Ríos, La Rioja, entre otros
ejemplos); y otra cantidad de compatriotas que esperan que el “cambio” los
beneficie y no que los tengan de rehenes de políticas reaccionarias o a la zaga
de las grandes corporaciones y los capitales concentrados, así como de la
sumisión a lo extranjero.
Votan un cambio que
significa un retroceso
Una cuarta lectura nos permite observar que en determinadas
coyunturas nuestra sociedad está dividida y el casi empate electoral del 22
hace que se analicen estas conformaciones. En el caso de la unidad que triunfó
el 22, un importante sector de la misma puede estar en posiciones electorales
encontradas, es decir, hay una gran contradicción entre el comportamiento
sectorial y el electoral. Y esto es volátil y como un péndulo puede pasar de un
estado de ánimo a otro. En el caso del Frente, si analizamos los resultados del
2011 con respecto al 25 de octubre en la primera vuelta, hay diferencias de
comportamientos y causas múltiples que deben ser trabajadas. Ese sector social
y su comportamiento también responde a que en ciertos momentos y más allá de la
situación económica, reaccionan ante lo que se da como crisis de crecimiento (subieron
en lo económico, en lo social, en fin, en su calidad de vida, pero de la mano
del quiero más -que es atendible-, a pesar del poco tiempo trascurrido entre
como estaban hace doce años y el actual momento, votan un “cambio” que les va a
significar un retroceso). Esto fue un nuevo empate histórico en la Argentina
que para el estudio nos muestra ejemplos varios: a diferencia de otras
instancias históricas, en esta oportunidad y desde la Ley Sáenz Peña, es la
primera oportunidad donde las posturas conservadoras y las elites ganan
reconocidas en las urnas. También, por lo tanto, es la primera vez que un
proyecto nacional y popular es derrotado en ese terreno. Esta vez sin bombas como
en el 55 y, mucho menos, con el genocidio como en el 76. La fuerza que fue vencida
en las urnas controla y ganó en la mayoría de las provincias, pierde el
Gobierno pero goza de mucho margen de maniobra y tiene capacidad de “poder”. El
peronismo sigue siendo un factótum histórico -con muchas presencias–, y todo el
tiempo para generar alternativas y preparase para ser alternancia en el futuro.
No pueden pensar en
restituir el país conservador
Una quinta lectura determina que el gobierno que se va deja
un paradigma de gestión, logros y profundas transformaciones, que incluyó a los
más amplios sectores, es decir, a la casi totalidad de la nación. La alianza triunfante
tiene que gestionar ahora la nación, la provincia de Buenos Aires y tienen que
explicar cuáles van a ser los cambios y, de hecho, la gobernabilidad para
todos. Está superada la Argentina donde se privilegiaba a una minoría sobre la
suerte de las demás. Los que vienen no pueden pensar en restituir el país
conservador o formas capitalistas perimidas o la aplicación de economías
neoliberales, tienen que demostrarle al pueblo, a la sociedad toda, que no va a
haber revanchismos, odios ni se van a conculcar los derechos y garantías
adquiridas. Y nosotros tenemos que tener la convicción de defender en forma
permanente la democracia y generar las condiciones que mantengan en permanente
aggiornamiento a nuestra fuerza política, a todas las estructuras, espacios, ramas
y nuevas experiencias que conforman el movimiento peronista. Tenemos que entrar
a un momento donde la participación y protagonismo de todos los hombres y
mujeres del movimiento se den en igualdad de condiciones. Replantear todo lo
que haya que replantear. Las experiencias habidas y vividas son muchas (tan
solo un ejemplo: la derrota electoral ante el radicalismo en el 83), nos dan
elementos múltiples para repensar la gran responsabilidad de la hora.
El peronismo tiene
que ser amplio
Hicimos de todo y para todos, por lo tanto, con humildad y
ganas de ir por más, el proceso del peronismo tiene que ser amplio, abierto y,
además, con objetivos en el corto, mediano y largo plazo. Perdimos una elección
pero el proyecto está intacto, forma parte de la conciencia colectiva, por eso
nuestra identidad no es un momento, es una práctica permanente que tiene como
único objetivo la unidad y la organización del pueblo, generar todos los
canales de participación y protagonismo a los trabajadores, a las mujeres, a
los sectores medios, a la pequeña y mediana empresa, a las conciencias que
industrializan y ven un estado presente y, fundamentalmente, a la juventud, que
es el motor del presente pero es la responsabilidad de futuro, de hacer de la
historia del peronismo, de Perón y de Evita, de estos doce años, de Néstor y de
Cristina, la continuidad de una patria liberada.
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