Bs. As. 05 de Mayo de 2009 – Sede UOM Villa Lugano.
PORQUE GOBERNAMOS VAMOS A GOBERNAR CADA VEZ MÁS Y MEJOR
PORQUE SOMOS, VAMOS A GANAR Y SER MILLONES
Hace poco más de 50 años el conjunto del pueblo argentino concretó un sueño histórico, político, cultural y social: asumir con plenitud su soberanía, democracia y poder de decisión interna e internacional. Los trabajadores pasaron a ser los sujetos de la historia y el pueblo, en su más vasto concepto y sectores, reafirmó en masividad ese desafío para también ser sujeto prioritario. La sustitución de importaciones, el impulso de la industria, determinaba que se configuraba otro país, otras geografías, otra integración. Los actores de ese momento histórico se multiplicaban por miles, dando forma a una inclusión e integración nunca antes vistas en la Argentina.
Se multiplicaban talleres, fábricas, escuelas, caminos, viviendas, ferrocarriles, líneas aéreas de bandera, flota mercante del Estado.
Lo que determinaba un país en serio para adentro y para afuera. En lo concreto, las mayorías vivían que había pleno empleo, salarios altos, otra calidad de trabajo y fundamentalmente dignidad como seres humanos. Experimentaron que donde existía una necesidad, de inmediato el Gobierno daba una respuesta y había un derecho.
Era un cambio de época, de paradigma, pero fundamentalmente, un Gobierno que se definía como nacional, popular y revolucionario, y que expresaba que lo mejor que teníamos era el pueblo; que había llegado “la hora de los pueblos”; que ya “nunca más” las minorías y elites. Era la hora de los derechos y garantías, consagrados en nuevas políticas, prioridades, conductas y constituciones.
Abortado luego de casi diez años, por un golpe militar con complicidades múltiples (internas e internacionales) que representaban los intereses de la dependencia y la dominación de los capitales concentrados, determinan el inicio donde los militares golpistas y sus herederos civiles hicieron hasta lo imposible para conculcar y vulnerar todas las conquistas: los derechos, las políticas y la Constitución, que había beneficiado a la totalidad del pueblo y a la grandeza de la Nación.
Pero los pueblos y las naciones con grandeza, más tarde o más temprano, derrotan a las políticas antipopulares. Se lucha con ellas y en función de las culturas populares; como el agua no reconoce vallas. Se logra que retorne Perón y en su segundo mandato estatuye el pleno empleo y los salarios dignos. La participación de los trabajadores en el reparto del P.B.I. llega a un techo histórico. La plataforma del Frejuli, el Plan Trienal, el Proyecto Nacional, expresados en el contexto de los setenta, hoy serían piezas “revolucionarias” pero, por cierto, vigentes.
Nuevamente, el 76 tumba posibilidades históricas de construcción, de inclusión, de equidad, de justicia social y desarrollo compartido. El 76 y la irrupción dictatorial golpeó como nunca al pueblo, generó el mayor genocidio y agredió a la humanidad como nunca antes se hubiera pensado.
El saldo de la agresión reaccionaria y brutal es que Argentina vivió su despojo más flagrante y un endeudamiento ilegítimo, corrupto y expoliador, que determinó su dependencia más claudicante.
Esto representó, más allá del advenimiento de la democracia en 1983, que el Estado significara una “formalidad” y que se desnaturalizara en términos del imaginario colectivo su rol. Nos alejábamos del Estado de Bienestar.
Y de la misma manera, a partir del 1989 más aceleradamente, asumimos la aplicación de recetas neoliberales, inéditas, siniestras y arrasadoras de vidas y patrimonio.
La experiencia y desgobierno de la Alianza pone en crudo la tozudez y aplicación de las políticas sin conciencia de Estado y de pueblo.
El 2001 significó un antes y un después: pobreza, marginalidad, desocupados, cartoneros; trabajadores, comerciantes e industriales paupérrimos y perdiendo su condición de clase, la clase media en su casi totalidad sufre el cambio y la aplicación de políticas económicas de ajustes permanentes, los empresarios, viven un cambio histórico; ya no tienen razón de ser en la Argentina.
Después de décadas, la movilidad social en la Argentina significó bajar muchos peldaños de la escalera, no se asciende, se desciende. Amplios sectores, más allá de su pertenencia partidaria, comprueban que con la democracia sometida no se come, no se educa, ni se trabaja.
El sector social más afectado en su humor y en su ficción, la clase media, o golpeó las ollas, o vivió resignada su degradación, con sus hijos yéndose al exterior, destrucción familiar y un futuro a suerte o verdad.
Los trabajadores y sectores populares, los más golpeados por estas políticas neoliberales, gracias a su memoria, cultura y pertenencia histórica sabían de luchas, resistencia, dignidades y retornos.
En el 2003, Néstor Kirchner fue elegido Presidente en condiciones mucho más difíciles que las que encontró Perón cuando se hizo cargo de la Rosada. Y el Peronismo “hacedor” renació. Lo que era imposible se hizo realidad: de una desocupación que afectaba a la cuarta parte de la población, bajamos a casi siete por ciento; los jubilados pasaron de un mínimo de 150 pesos, a cobrar hoy casi 900 pesos; aumentaron los salarios reales; recuperamos empresas e industrias, comercio, turismo, exportaciones, nuevos mercados, pueblos, regiones. Millones de argentinos hoy tienen la posibilidad de encarar con mucha más previsión y esperanzas el futuro.
¿Cuál fue el secreto que posibilitó tales logros en menos de seis años?
Muy sencillo: la recuperación de la política, la soberanía de la Nación y la independencia económica. La decidida intervención del Estado en la economía teniendo como objetivo el bienestar de todos los sectores.
Esto es el retorno y el impulso de la producción y el trabajo, superando además contradicciones que nos paralizaban en el pasado. Argentina piensa en el campo pero impulsa también la industria, verdadera palanca para sumar empleos y exportaciones con valor agregado. Argentina desarrolla el mercado interno, pero es agresiva en sus exportaciones. Argentina no quiere exportar lo tradicional sino lo tradicional con valor agregado; y además, generar nuevos nichos de producción industrial, de servicios, informática y de todo lo que hoy significa la aplicación de nuevos aportes científicos y técnicos.
Argentina quiere que el campo y la industria rompan el círculo vicioso de “pan para hoy y hambre para mañana”. Argentina rompe la idea de superávit fiscal y gasto público. Argentina demuestra que un crecimiento sostenido durante seis años a tasas chinas, significa que “podemos”, pero además, y sumado a esto, la no sujeción al endeudamiento externo y las reservas del Banco Central, demuestran que no estamos a suerte y verdad ante los colapsos externos.
Nuestro país hoy tiene un Estado presente. Y fija como política rechazar los coros ortodoxos, influyentes y especulativos que determinaron este gran fracaso planetario. Lo que se traduce en una creciente y dramática desocupación, quiebra de bancos y grandes empresas. Nuestro paradigma histórico hoy, impensablemente, es tabla de apoyo o palanca de reacción en muchas naciones del mundo.
El Estado hoy cobra fuerza en países que renegaban de su rol. El mercado no es dios ni la mano invisible, el mercado hoy pasa a ser crisis, inseguridad, pero sobre todo, desempleo, empobrecimiento y seguro incierto.
Nuestro país, a través de un Estado que nunca dejó de estar activo, defiende sus puestos de trabajo, el salario de los trabajadores; después de muchos años, las jubilaciones móviles y más de 13 aumentos a la clase pasiva, determinan un compromiso en aumento y sin retrocesos. Mientras las grandes potencias se ven arrastradas por el tsunami financiero, la Argentina, esta Argentina de la inclusión y de la igualdad de oportunidades, se mantiene firme y con mucho margen de maniobra. Ello demuestra la vigencia del ideario que determinó la conciencia abierta de nuestro pueblo. No sólo en la Argentina, ya que varias medidas ideadas e implementadas con el paradigma del Estado de inclusión para todos, hace décadas, hoy son contempladas por las grandes potencias para resolver sus problemas.
Aún quedan muchas reivindicaciones pendientes para que logremos un proyecto de inclusión, de mejor calidad de vida y desarrollo sostenido completo. Pero el camino ha sido trazado y por él marchamos, y esto, además, refrendado por el voto popular.
Sin embargo, las elites y especuladores siempre desarrollan actividades destituyentes, intentan desgastarnos u, obviamente, hacernos caer. La diatriba constante, el oponerse a todo y hacer el partido del no por el no mismo, demuestra su carencia de respuestas y de propuestas. No quieren al pueblo, no quieren que el pueblo sea sujeto de la historia. Su historia es de minorías golpistas, destituyentes, genocidas y antinacionales. Cualquier arma, por ilegítima e injusta que sea, les resulta válida con tal de impedir la marcha de nuestro Gobierno y de nuestro pueblo, en pos de la justicia social y las igualdades plenas, cuya consolidación contribuiría decidida y definitivamente a la concreción de una sociedad con calidad institucional, justicia permanente y cultura de identificación y sesgo superador.
El Gobierno, gobierna.
Y a la democracia se la fortalece con más democracia.
Una cultura política que se jacta de ser expresión y representación de las mayorías populares, y llevar adelante, sin falsos y asépticos “republicanismos”, una democracia real, sustentable y sin dependencia de ningún tipo, debe estar a tono con los tiempos que corren.
Partidos abiertos y aggiornados. Concesiones de prácticas y funcionamiento movimientista que hoy también nos obligan a una búsqueda de consensos permanente. La formación de frentes políticos y socioeconómicos que comiencen a darle contenido y sustentabilidad a las democracias, que tienen que ser estables y permanentes.
Hay momentos en la vida de los pueblos que el nivel y calidad de sus dirigentes, referentes, cuadros y militantes, se ponen a prueba.
Hoy más que nunca se pueden recuperar valores, ideas y proyectos que pongan definitiva proa al norte a las construcciones y consolidación de una patria con autodeterminación y recuperación plena de la dinámica democrática, en contra de los eternos agoreros del “no se puede”, el pesimismo, el no-no y el eterno fracaso.
Hay que querer a la Argentina todos los días, y hay que hacerlo con libertad e igualdad, porque hay que querer lo mejor que hace a su contenido y esencia: el pueblo todo.
Por eso hay que hablar de proyectos compartidos e integradores; en contra de las intenciones del establishment y las minorías.
Por eso hay que seguir consolidando el país deseado, en contra los intereses del vale todo, porque para ellos, esto significa caos y la desintegración para el pueblo y la Argentina misma.
Por suerte, hace un par de años que esto se está revirtiendo en forma casi milagrosa, y ante la crisis internacional inédita, abre instancias donde el barajar y dar de nuevo en pro de objetivos superadores, hace que los argentinos estemos ante la gran bisagra de la historia y repensemos con todo nuestra nación.
Hay un nuevo cambio de época, esto hace que observemos que lo viejo ha de ceder y lo nuevo ha de nacer. No puede haber ni hijos ni entenados. El mundo, Latinoamérica, Argentina, van hacia el curso de la historia, quedarán quienes sigan anclados al pasado.
Por eso no se entiende la oposición por la oposición misma, así como pujas sectoriales que, en detrimento del conjunto, hacen imposible esclarecer este presente. Como ejemplo, la actitud del agromedio, con la 125, poniendo además en evidencia el papel de ciertos medios que en función de sus empresas y negocios fomentan también parte del “vale todo”.
Argentina, su Gobierno, necesita seguir agrandando la torta pero incluyendo a todos sus hombres y mujeres, a todos sus sectores.
Argentina necesita un plan económico como el vigente y hoy, más que nunca, sin fisuras. Insistimos, un desarrollo armónico y sostenido, donde la recuperación de las economías regionales, la coparticipación en serio y la producción en general, sea a favor de todos y no en contra de nadie.
Hoy por suerte, podemos pensar cómo armamos, cómo construimos y no como luchamos, así debe interpretarse la búsqueda de consenso.
Insistimos, los argentinos estamos ante el desafío de recuperar nuestra nación. La integración y potencialización del Mecosur, Unasur, el Grupo Río; así como nuestro rol en el G-20 y en un plano de políticas internacionales independiente que nos acerca con voz y voto con todos los pueblos y naciones del mundo.
Ese compromiso excede los límites personales, sectoriales o partidarios. No obstante, nos obliga ahora no sólo poner en claro quién es quién, sino separar de una vez por todas quienes son parte de la decadencia permanente, de la crisis y de la corrupción; y quienes piensan y actúan en función del consenso de los pueblos.
Esto significa definir quienes somos y que queremos. Tenemos que desenmascarar y terminar con las políticas y con los políticos de ocasión y conveniencia, que coaligados con algunos medios, creen que las políticas se pueden inventar y que el poder del gobierno de un país puede estar en los militares como antaño, o en la City, o en las empresas periodísticas, o en la Sociedad Rural Argentina.
Superar esta situación y dar respuestas para los tiempos que corren y avecinan nos obligan a pensar en positivo a nuestra patria y a nuestro pueblo.
Los años que estamos transitando, y las políticas de los gobiernos de Néstor y Cristina, abren grandes expectativas para seguir profundizando los cambios. Hacer más alegres y transparentes las prácticas políticas y, de hecho, poner a prueba quién es quién; así como el cómo. Nos obliga a sostener sin titubeos nuestra manera de plantear ideas, proyectos y conductas. Los dados están echados. Por eso no debe haber dudas y tenemos que terminar con la imposición de las minorías, con la brutalidad de los que hacen la guerra mediática, con los que siguen propiciando el fundamentalismo económico en un mundo que explota, porque sus recetas ya no van más, igual al que llevaron a la Argentina en el 2001.
La política tiene que seguir siendo el centro de decisiones soberanas e independientes de las mayorías.
Nuestras ganas y verdades ante los insidiosos, quisquillosos, ante las malas prácticas de la oposición, determinan que debemos ser más amplios que la amplitud.
Que debemos ser más transparentes que la transparencia.
Que debemos ser más democráticos que la democracia, pero sin ceder en nuestras conductas ni en nuestra coherencia. Muy por el contrario, a los débiles les corresponde nuestra seguridad y grandeza, pero también firmeza.
Es que si seguimos haciendo bien los deberes vamos camino a un nuevo tipo de sociedad y democracia. La gente quiere seguir votando con mucho entusiasmo y sin trampa, pero mucho más quiere sentirse cultural y socialmente incluida; protagónica y ser parte del destino común y cada vez más afianzando su calidad de compromiso. Pero si no estamos al pie de cañón y con Argentina al hombro, mucho más ahora que debemos defender lo realizado y afrontar lo que venga.
La insidiosa y machacona perturbación mediática y la vieja política, nos retrasan y nos demoran.
La maquinaria del impedir atenta contra las mayorías, contra la calidad de las cosas públicas, contra el Estado presente. Hablan y no hacen, no trabajan. Y hoy Argentina exige todo lo contrario y la política debe ser sinónimo de trabajo y perseverancia.
Estamos ante un momento inédito donde podemos entusiasmarnos y entusiasmar manteniendo lo logrado, y seguir construyendo lo nuevo, para ir por más.
Pero la única verdad es la realidad y “hay que sudar la camiseta”. Lo nuevo y lo mejor no es siempre fácil, no está al alcance de la mano. En realidad, está, pero hay que construirlo y ganarlo todos los días y permanentemente.
Estamos en la vereda de pensar los nuevos paradigmas. Un mundo multilateral. Un continente integrado, una Argentina de la pluralidad en la unidad de proyectos compartidos.
El de la sociedad de consenso que deje en evidencia y aislados a los que creen que por imposición o malas prácticas el consenso se de con un gobierno debilitado y solo con ellos.
Tenemos que persuadir y conducir con ideas y buenas políticas al conjunto. Que actúe y discierna en función de sus intereses, y sus honestas expectativas, para sostener lo logrado. Debemos sostener las expectativas, no la oposición de la vuelta al pasado y al desquicio.
Transmitir, definir y defender un proyecto integrador es tarea de todos los días. Es más fácil romper que armar, no les hagamos el juego. Y como dijo Evita “seamos siempre la luz, nunca la sombra”.
Un proyecto integrador no es solo tener al “candidato”, o “hacemos lo posible”, sino demostrar que estamos incluyendo y sumando a todos, sin relación entre lo que damos y los que desgraciadamente dudan; entre la acción de un gobierno o su supuesto voto o búsqueda de votos.
Es lo que nos pasó en las grandes ciudades, e incluso en amplios sectores beneficiados del supuesto “campo”.
Si tomamos como ejemplo a la Capital; hoy el sesenta o setenta por ciento de sus ciudadanos, sectores medios, medio bajos, trabajadores, comerciantes, industriales, el sector de servicios, profesionales, científicos y técnicos, jóvenes y jubilados, han sido todos más que beneficiados, con respecto a otros sectores que todavía están rezagados, por las políticas de estos últimos años de los K.
¿Cómo puede ser que defiendan algunas políticas que los llevaron a su fragmentación, a su caída, a su pauperización?
Una ciudad que se crispó con un ministro que duró diez días. Una ciudad que se crispó con un ministro que nos llevó al corralito.
¿Quieren en serio perder lo conquistado?
¿Quieren en serio otros timoneles ante la recuperación habida y la crisis que hoy tenemos en el mundo?
Nuestros gremios y productores recuperados ¿quieren volver a las fábricas cerradas, centros comerciales en soledad y sin destino?
¿Esta sociedad cree que podemos ser un país tan solo agroexportador como en otros tiempos y décadas y siglos pasados?
¿Creemos que como dijo otro ministro de economía hay que mandar a lavar los platos a nuestros científicos y técnicos?
Ha llegado la hora de saber discutir ideas y proyectos, confrontar la integralidad de la construcción de una Argentina moderna. Las economías regionales y provincias.
¿Nos olvidamos que propiciaban vender partes del territorio, llámese provincias enteras, para sostener tan solo el centro, la City y los capitales financieros concentrados, en connivencia con el Fondo Monetario?
En términos políticos seguimos viviendo una transición que toca y salpica todavía a toda la sociedad. La crisis de identidad y representatividad que sufren los partidos y estructuras de la vida nacional post dictadura todavía no cierra.
Si a esto le sumamos la globalización mal entendida, la aplicación de políticas económicas de destrucción, vaciamiento y endeudamiento sin soberanía de los noventa, el cuadro se torna harto crítico.
El fin de las ideas y de las ideologías era para los pueblos; el FMI y el centralismo cada vez más agresivo en el mundo era la voz cantante y de hecho lo hacían. Instalar el dios mercado, reducir el rol de los estados, vaciar de contenido a las instituciones, significaba trastocar identidad por entreguismo, pertenencia, por subordinación, y entrega de nuestros patrimonios por hambre, desocupación, miseria y marginalidad.
El vaciamiento político ideológico tocó todos los partidos y todos los sectores. Las prácticas políticas fueron de pocos cuando tienen que ser conciencia de todos.
Se anuló la militancia, se expulsó a la juventud, se excluyó a los trabajadores y a amplios sectores de la pequeña y mediana empresa, comercio y producción agropecuaria.
En este contexto, lo realizado y avanzado en estos años es titánico pero estamos a mitad de camino y las malas mañas nos acechan.
Nuestra identidad nacional, popular y revolucionaria, que encarna el Peronismo hoy debe apuntalar a un Gobierno “democrático y popular”, hay que convocar al colectivo, volver a darle un porqué a nuestra práctica y militancia política.
La democracia sin contenido y sin pueblo es mera forma.
Un Estado sin protagonismo es defección.
El mundo centralizado y el mercado omnipotente nos llevaron a un nuevo gran colapso.
La única receta es echar mano a lo que sabemos. Un pueblo contenido, con trabajo y producción, que preserve y aumente el empleo, que garantice calidad de trabajo y nivel de ingresos.
Nuestra identidad está intacta. Nuestra cultura también. Cumplir tan solo con lo realizado en el pasado, encaminado en el presente, ya es “revolucionario”, transformador y, obviamente, llevar adelante las ideas más sublimes.
Estos son los fundamentos por los cuales nos reunimos en Villa Lugano (Capital del Peronismo) y asumimos el nuevo compromiso de la hora.
Nos comprometemos a respaldar al Gobierno Nacional.
Nos comprometemos a volver a enamorar a nuestra sociedad.
Nos comprometemos a recuperar el Gobierno de la Ciudad ante la pobre y magra gestión del ingeniero Jefe de gobierno.
Nos comprometemos a defender a todo nuestro pueblo, a todos sus sectores, a todas sus edades.
Nos comprometemos a defender el trabajo y la producción plena, activa y moderna.
Nos comprometemos a la seguridad de todos nuestros hombres y mujeres, abuelos y abuelas, niños y niñas.
Nos comprometemos como Ciudad a pensar como Área Metropolitana; y desde esta visión integradora, pensar en todas las regiones del país. No hay ciudad próspera y aislada en un país con carencias y desigualdades.
Nos comprometemos a echar las bases de una ciudad moderna, en sintonía con una nación que marca el rumbo del nuevo desarrollo, modernidad e igualdad.
Nos comprometemos a defender la educación y la salud pública.
Nos comprometemos a hacer de la Ciudad la Capital de la salud y, además, abierta al mundo.
Nos comprometemos a terminar con la desigualdad entre un Norte rico y un Sur pobre en nuestra ciudad.
Nos comprometemos a impulsar la descentralización y la elección libre de las Comunas.
Nos comprometemos a hacer de la Ciudad la capital cultural del continente.
Nos comprometemos a hacer una gran revolución urbanística y un plan estratégico urbano que ubique a Buenos Aires como una de las ciudades más habitables, modernas e inteligentes del mundo.
Nos comprometemos a conformar una lista amplia en la ciudad, representativa, con ganas y sed de triunfo.
“Nosotros no hemos sido nunca fuertes en los bufetes de los dirigentes políticos, pero en la calle siempre hemos sido invencibles.
Hay que llevar la acción a ese terreno, hay que ganar las calles en todo en país.
Si ganamos la calle, le podemos regalar a la dictadura toda la T.V., las radios, los diarios y las revistas, seguros de que con todo eso no harán nada.”
J.D. PERÓN – CARTA A LOS TRABAJADORES - 1973
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